EL STREAMING ATACA: ¿LIBRE MERCADO PARA LA BASURA?

Estoy muy enojado con vos, Luis Alberto Spinetta. Cuando éramos jóvenes te escuchamos asegurarnos desde la Cantata de puentes amarillos que “aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor”, porque “mañana es mejor”. Y te creímos, religiosamente. Ahora no sé, la modernidad nos pone a prueba y muchos no estamos tan seguros. Nos topamos con internet y zafamos porque nos vendimos como la generación analógica de los pioneros digitales y seguimos consiguiendo algo de trabajo y relevancia. Pero después llegaron las redes sociales y se puso más complicado: Facebook más o menos bien, Instagram vaya y pase, pero ¿TikTok y Twitch? ¿Qué podemos hacer ahí en el reino de los mensajes en diez segundos?

Y ahora llegó el streaming, el cementerio electrónico para los que crecieron viendo “la tele”. Estos chicos y chicas hablan de otras cosas, y lo dicen de otra manera, con otros tiempos y espacios. Y si bien ya se venía hablando masivamente de canales nuevos como Olga y Luzu, la verdad es que para gran parte de la población mayorcita estaba fuera del radar. 

Hasta que se les ocurrió hacer “chistes” sobre niños y niñas abusados sexualmente. 

Al parecer, el gusto por este tipo de historias ya era común en algunos de los canales de streaming, pero el escándalo estalló cuando uno de esos “chistes”, contado por un oyente y grabado por la producción (al estilo de los mensajes telefónicos que se dejaban hace décadas en la radio para pedir un tema o saludar a una novia), fue emitido al aire sin filtro. Eso ocurrió a mediados de julio durante el programa Neura Delayed Knight que conduce (o conducía) Sergio Figliuolo, más conocido como “Tronco”. 

Se hace difícil pasar a texto impreso el contenido del “chiste”. Pero hablaba del abuso sexual con penetración de una niña de tres años... con cáncer terminal. Si no lo escuchó ya en las redes o leyó en internet, tómese el lector o la lectora unos segundos para digerirlo. 

Una plataforma con antecedentes. Tronco llegó a proferir una queja al aire, pero en el estudio se colaron algunas risitas por la “broma” descargada por el oyente. Figliuolo, a quien señalan como el dueño del 25% del canal por donde se transmitió el evento, Neura, recibió una dura reprimenda pública de parte de su jefe en la televisión tradicional y socio (con otro 25%) en el streaming, el popular presentador Alejandro Fantino.

Enseguida se armó una polémica más o menos global, de la mano de algunos presentadores televisivos y del ejército de opinadores en X, la red social antes conocida como Twitter y que ahora tienen un nombre nuevo desde que la adquirió el millonario Elon Musk. 

Para quienes sabíamos menos del streaming, el escándalo fue un curso acelerado de aprendizaje. Porque, así como cada tanto se conocen porciones de –por ejemplo– entrevistas en esos canales a personajes adorables como los futbolistas de la selección argentina Rodrigo De Paul o Alexis Mac Allister, resultó ser que en muchos programas ya venían vomitando otros “chistes” similares al que le valió un tirón de oreja a Tronco. Y no solamente eso: los canales de streaming no le escapan a la grieta ideológica en Argentina y cada uno de ellos tiene, en mayor o menor medida, un color político nacional. 

Siguiendo la lógica de los posteos en X, Neura representaría a la derecha, mientras que Olga –creado por Luisito y Bernarda Cella, hijos del histórico productor televisivo Luis Cella y donde trabajan varios otros “hijos de” como Migue Granados (retoño del humorista Pablo Granados), Tomás “Toto” Kirzner (descendiente de Adrián Suar), Eial Moldavsky (hijo de Roberto Moldavsky, nuestro querido aspirante a Norman Erlich contemporáneo) y Homero Pettinato (hijo del exsaxofonista de Sumo)– sería el ala “progresista” del streaming.

De poner esas cosas en claro se ocupó la cuenta de Twitter conocida como La Derecha Diario (alrededor de 383 mil seguidores en la exred del pajarito y lo que parece ser un remedo militante de La Izquierda Diario, que ahora quedó atrás con apenas unos 95 mil followers) en una publicación ilustrada con videos que subió el 16 de julio. 

Allí, los administradores de la cuenta afirmaron que la polémica sobre el “chiste” que le explotó a Figliuolo es un ejemplo de “indignación selectiva”. La Derecha Diario denunció que en programas de Olga “pasaron chistes tan desubicados como el que pasó un sonidista en el programa de @tronco, pero no los cancelaron ni pidieron su salida del canal”. 

Como pruebas, compartieron dos videos en segmentos de la programación cuya consigna es hacer reír a los conductores, entre ellos José Carlos Guridi (más conocido como “Yayo” y, al igual que Granados padre, alguna vez parte de la troupe de Marcelo Tinelli). Tampoco merecen transcripción, pero baste señalar que también se trata de relaciones sexuales con niños y hasta con fetos. 

El debate se coronó con un episodio de lucha mediática entre Pepe Cibrián y Kirzner, quien se burló al aire de una entrevista del productor teatral con Susana Giménez durante la cual contó el caso de una niña abusada sexualmente y las complicaciones para poder adoptarla y sacarla de esa situación. Kirzner, al igual que Figliuolo, se disculpó pública y masivamente, pero el caso no parece cerrado. 

El medio es el mensaje. Por supuesto que en los canales de streaming también pasan cosas lindas (como cuando se bebía Crespi seco en los 70), pero las erupciones virales de las últimas semanas mostraron que el medio está cometiendo un delito doble: peca de inmadurez y recicla viejos vicios de la televisión abierta pos-Tinelli. 

“¿Qué pasa? ¿Está todo liberado? ¿Se puede decir cualquier cosa? ¿No tienen límites?”, se quejó Florencia de la Vega durante su programa de América TV. Por su parte, la presentadora Sabrina Rojas resumió: “Me impresiona mucho que hagan un chiste semejante, que pongan juntas las palabras ‘nena’ y ‘pete’” en una misma oración. 

El compañero de programa de Rojas, el periodista de espectáculos Augusto Tartúfoli, conocido como “Tartu”, aseguraba por su lado que la marea de chistes basura de los nuevos soportes videoelectrónicos responde a una lógica comercial y que los canales de streaming “están buscando correr los límites porque no los escucha nadie”. Están “buscando una interacción más, un clic más, una zarpada más para que se viralice y esté después en TikTok o en Instagram y crezca un poquito esa audiencia, que es famélica”, añadió.

De todas maneras, más allá de la apreciable indignación de Tartu, lo de las presuntas audiencias famélicas quedaría por verse, en especial teniendo en cuenta que, solamente en YouTube, Olga tenía, cerca de finales de julio, más de 904 mil suscriptores, detrás de los cerca de millón y medio del canal líder, Luzu, y por delante de los 545 mil de Neura, los 377 mil de Gelatina TV y 329 mil de Blender.

En un muy difundido reporte sobre el estado de los medios de comunicación masivos bajo el gobierno del presidente Javier Milei, publicado a principios de junio de este año por el especialista Martín Becerra, se recordaba la calamitosa situación económica de los medios tradicionales y el alentador futuro cercano que espera, al parecer, a los canales de streaming (ellos también parte de la “inestabilidad económica y precarización laboral” del sector, según el informe).

La “proliferación” de canales de streaming, escribió el investigador, ofrece “una faceta creativa ante una crisis cuya razón estructural es doble: la mutación digital de las comunicaciones y la recesión económica del país”. Estos canales, agregó, “suman cada día más suscriptores a sus plataformas –casi todos con base en YouTube (Google), algunos en Twitch (Amazon)– con una alta aceptación del público juvenil”, uno de los targets que más hacen babear a las agencias de publicidad.

Reciclado vs. flujo continuo. Hablando con PERFIL, Becerra –que es investigador del Conicet y profesor de la UBA y la Universidad Nacional de Quilmes– ayudó a ponerle un poco de contexto a este fenómeno hecho de desfachatez, hijos de viejos mediáticos, entrevistas a personajes muy populares y humor (a veces) basura. 

“Aunque probablemente lo que estamos viendo ahora es el aspecto más novedoso, se puede decir que el streaming llegó para quedarse” y es “un fenómeno que no tiene fecha de vencimiento”, dice el experto, quien apunta a un detalle tecnológico fundamental, la conectividad móvil en los teléfonos, la llegada del 4G, que permite que los videos se puedan “ver bien en los teléfonos”, el modo de acceso casi universal para los chicos y chicas que siguen a Migue, Tronco, Toto y compañía.

Becerra opina que, dentro de este suceso “tecnológico y social” que expresa una lógica “descontracturada”, el segmento del humor tiene raíces en los precedentes de la industria televisiva y radial tradicional. La gran variante, claro, es que, a diferencia de un viejo programa de Tinelli o Guillermo Francella en su momento, o los de Alberto Olmedo, Jorge Porcel o Emilio Disi y sus chicas mostrando la cola un poco antes, los mejores y peores momentos del streaming se pueden volver a ver de manera inmediata en YouTube o Twitch y compartir a la velocidad de un rayo por las redes sociales o los servicios de mensajería como WhatsApp. 

Para comentar un chiste de Olmedo y reírse junto a los amigos o los compañeros de trabajo, había que esperar hasta el día siguiente para verlos en el colegio o la oficina. Una sucesión temporal difícil de entender para las generaciones más jóvenes acostumbradas a mostrar lo que están comiendo o a quién están besando o qué les causa gracia prácticamente en tiempo real gracias a internet. 

Los contenidos del streaming, remarca Becerra, quedan grabados en soportes abiertos al público que les abre la posibilidad de explotar masivamente los segmentos más demandados de sus programas o los que provocan mayor interés, sea una entrevista con un futbolista o un chiste de dudoso gusto. “Es un poco –apunta– la lógica del funcionamiento” de estos canales, el reciclado y una “vocación de transformarse en virales”, algo que no estaba en el acta de nacimiento del flujo continuo de los viejos canales de radio y televisión. 

Rescatando un poco a las chicas y los chicos de Olga y de Neura, el investigador dice que incluso el venerado humor de Olmedo, y de otros que no resistieron el paso del tiempo como el rosarino, se basaba también en el recurso de la perforación de los discursos solemnes, de la transgresión. Desde esas épocas humorísticas marcadas por el machismo, la burla hacia lo homosexual y la omnipresencia de mujeres en distintas medidas cosificadas quedaron el “doble sentido” y la ruptura de la cuarta pared, la inclusión del espectador como cómplice de los chistes y “reírse de la industria televisiva”. Y luego llegó Tinelli. 

En el conductor de VideoMatch se puede encontrar, dice Becerra, “un germen del humor actual del streaming, fundado en muchos casos en la crueldad contra el débil”, dice el investigador recordando las despiadadas cámaras ocultas del programa nocturno que estuvo en el aire entre 1995 y 2004.   

Ahora, los canales de streaming, añade, “son mucho más baratos” que los antiguos mamotretos televisivos y acuden “a un recurso también económico, muy poco elaborado, que apela básicamente a buscar el efecto con los herramientas más elementales, básicas e irreflexivas”. Y aparece la burla hacia el “nuevo débil”, los niños y las niñas en situaciones vulnerables, los bebés que no pueden defenderse.

Reaccionando como se pueda. Queda más o menos claro, como dicen Becerra y Tartúfoli, que estos “chistes” forman parte de la batería de recursos baratos de los canales de streaming para viralizarse, incluso a través del escándalo. El investigador del Conicet añade otro detalle, la falta de “mediación profesional” en estos medios económicos, es decir, de productores y productoras que funcionen como filtro de las barrabasadas. 

Pero también quedan dando vueltas otros factores, incluyendo uno básico en esta discusión: ¿por qué algunas personas se pueden reír de “chistes” en los que, como apuntaba la presentadora Rojas, aparecen en la misma frase las palabras “nena”, “cáncer” y “coger”?

Le preguntamos a la psicóloga Ianina Echodas y nos dijo que, en general, se trata de personas con altos niveles de desinhibición o inmadurez emocional. También ubicó en ese grupo a aquellos “con falta de empatía, porque claramente no están contemplando el daño que puede generar en los otros estos comentarios”. 

Entrevistada por PERFIL, Echodas advirtió que, “en casos extremos, podría tratarse de personas con trastornos psicológicos graves”, que “no reconocen las normas sociales y morales sobre lo que es apropiado o no”.

“Nuestra cultura se basa en determinados normas y valores donde temas como estos se encuentran del lado de lo prohibido y perturbador –apunta la psicóloga–. Desde ese paradigma percibimos y entendemos ese ‘chiste’ y eso genera una reacción contraria en la mayoría de las personas: en lugar de placer, malestar”.

En todo caso, sigue, “los programas de streaming tienen la particularidad de lo espontáneo, de la falta de pausa, todo aparece sin filtros ni tiempos de espera”. Frente a eso, los conductores reaccionan al humor superbasura “como pueden, como personas, y tratando de mantener su rol: es complejo porque no hay tiempo de pensar ni de prevenir la reacción frente al público”.

Algo así como “Tronco, capaz que te perdonamos, pero para la próxima poné filtros”.

 

El mundo (de los medios) según Furia

M.R.

El negocio del streaming existe montado sobre las redes sociales: clics, viralización, monetización y publicidades se cruzan en el camino de ida y vuelta comercial entre ambos. Al igual que sus personajes. Cuanto más exuberantes, mejor. Y ahí está para hablar de eso, de negocios y también de choque generacional, una de las principales figuras pop de los últimos meses, Juliana Scaglione, la Furia de la última edición de Gran Hermano, proyecto de influencer con ―al momento de completar este artículo― unos poco impactantes 832 mil seguidores en Instagram y 260 mil en TikTok (le damos crédito porque arrancó hace poco). 

Invitada al programa de Alex Caniggia (hijo del épico futbolista Claudio Paul) en el canal de streaming Carajo (señalado como “libertario”), Scaglione –que tiene 31 o 33 años de edad, según distintas fuentes– reveló algunos detalles de sus negocios en las redes. 

“En tres horas (en TikTok) generé 250 dólares”, confesó Scaglione. “Trabajar con el celular se puede –aseguró–. Para los papás que les dicen a los nenes ‘dejá el teléfono, no tengas un streaming, no tengas canal de YouTube’: no, papá, es un trabajo, las redes ahora mueven el mundo, los que trabajan en redes no son vagos”. Los mayores “no saben dónde está el negocio”, evaluó Furia, quien hasta hace poco quería registrar esa palabra para no perder plata con su “marca”.

Envalentonada por los comentarios entusiasmados de Caniggia, Scaglione advirtió: “Voy a decir algo sobre la TV”. Y cumplió: “La televisión –dijo, no sin bastante razón– está muriendo porque la gente (más joven, se supone) está empezando a ver el streaming y las redes”. 

Escudado detrás de unos importantes anteojos oscuros, el hijo del Pájaro se animó con un inquietante reclamo. En la tele, aseveró, “es toda gente mayor, dinosaurios”. Y le preguntó a Scaglione: “¿No pensás que deberían dar un paso al costado y dejar que la gente joven entre?”.

“Hablan mal de nosotros porque somos los nuevos talentos”, analizó ipso facto la exconcursante de Gran Hermano. “Siento que tienen miedo porque somos una amenaza lamentablemente, porque somos más jóvenes”, concluyó.

Quedan todos los dinosaurios advertidos.

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