SOLEDAD PUéRTOLAS: "AL NADAR ME VIENE COMO UNA LUZ NUEVA SOBRE LAS COSAS Y ME LIMPIA"

Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) publica nueva narración, ‘La novela olvidada en la casa del ingeniero’ (Anagrama), y cuenta que acaba de participar en la última reunión de la RAE, en la que acaba de ingresar el escritor Javier Cercas, donde ella lleva ya catorce años. «Ya soy de las veteranas. He hecho todo lo que he podido. Ha cambiado mucho todo. El jueves en la despedida éramos un amplio grupo, la mitad mujeres. Me quedé a la copa final y nos quedamos en el jardín, hablando de todo un poco», señala.

¿Cómo se llevan las dos aragonesas?

¿Se refiere a Aurora Egido? Muy bien. Ahí nos quedamos de las últimas en el jardín. Ella ha sido una espléndida secretaria, es un cargo con mucha tarea, y lo ha llevado muy bien. Ha hecho un trabajo formidable. Es una mujer muy entregada, tanto en su investigación como en todo lo que es la Academia, claro.

Hablemos de su novela. He leído que la halló su marido, el arquitecto y pintor Polo Pita.

Sí. El origen es que hace 30 o 40 años había escrito una novela y la dejé en el disquete. Ni la imprimí. Tenemos cuatro nietos. Con motivo de sus visitas y estancias en la casa, Polo quiso bajarles los ordenadores que estaban en el desván, los arregló, funcionaron y apareció el texto.

O sea lo que cuenta en las primeras páginas.

Sí, sí. Es así, pero no es esa casa. La novela la rescató Polo por probar. Me dijo: «Voy a imprimir esto que parece que es tuyo». Aún tardé mucho en echarle una ojeada. La leí en verano. Como yo estaba escribiendo una novela, que es la que estoy escribiendo ahora, y el protagonista y narrador es Mauricio Ballart, un escritor de novelas juveniles, se la di a él. Fue como si le dijese: «A ver qué haces con esto».

¿Se la dio a un escritor que estaba inventando en otra ficción?

Sí, sí. Eso hice. Ya apareció en sus manos, con otro misterio, con otra actitud. Me divirtió mucho ver cómo a Mauricio le interesó la novela y la hacía suya. Le interesó muchísimo, le interesó esa narradora joven, muy distinta de su voz. Él ya tiene cierta reputación como novelista juvenil, ya tiene nombre…

Ficción dentro de la ficción.

Sí. Yo no soy de juegos literarios ni de metaliteratura, no es lo mío, pero me encontré con algo que requería el método de novela dentro de la novela. Era así. No es que me propusiese hacer una novela de una novela, no, no, simplemente que los hechos han sido así y hay que contarlos.

Bueno, aunque es la literatura misma, no deja de ser curioso que ese narrador imaginado cobre vida también en una novela ajena, bosquejada por Soledad Puértolas y perdida.

Eso es lo que sucede, sí. Es como abrir una puerta hacia lo desconocido.

Es muy bonita la voz de esa joven que va contando lo que sucede. Uno piensa en aquella Soledad Puértolas que vivía en Pamplona y en Zaragoza. ¿Tiene algo suyo?

Sí, sí, claro, supongo que tendrá algo mío. Esa chica no soy yo, desde luego que no, pero no sabemos qué habrá puesto allí Mauricio Ballart, que eso no nos lo aclara. A lo mejor ha reescrito el manuscrito y a lo mejor es casi igual. Eso también me hizo gracia porque también me permitía a mí mantenerme en esa posición de narradora última que es la que da satisfacción al creador. El poder distanciarte y dejar que todo aquello se arme con naturalidad. Luego me di cuenta, estaría en mi inconsciente, qué cantidad de novelas se han escrito así, empezando por el Quijote, el propio Bécquer, los cuentos de Borges.

Llaman la atención, como siempre, las historias secretas y en especial las historias de las tías: mujeres engañadas que no esperan mucho del amor pero sí algo de la vida. O las herencias.

El amor es un gran episodio, de los más importantes, determina todas las emociones y tu manera de estar en el mundo, pero verdaderamente está engarzado en todo lo que es la vida. A mí el caso de la herencia me parece que es un tema muy común, porque la herencia no son solo los objetos que recibimos a la muerte de nuestros seres queridos o casi desconocidos, sino que habla de todo un pasado, de toda una manera de ser y de estar en la vida, y eso es muy sugestivo.

La joven va descubriendo ese arsenal de enigmas de familia...

Entre otras cosas porque provenimos de un pasado muy silencioso. Yo creo que, en ese sentido, esos son años oscuros y silenciosos, se nos hizo telón con la Guerra Civil y todo eso se nos queda, se nota.

¿Qué tienen las tías para usted?

Las tías están fuera de ti. Es otra vida, es el otro o las otras, el tercero en discordia. Están en la familia y a la vez no están. Más que misteriosas, son desconocidas completamente. Y eso es lo puede hacerlas interesantes.

Lleva más de 40 libros. Ha cambiado de despacho. No sé si reflexiona sobre lo que ha hecho. ¿Le falta algo a su trayectoria?

No pienso nada en la trayectoria. No soy así. No soy de las que miro para atrás, a veces no estoy ni en lo que estoy. Sobrevivo.

Por cierto he releído su texto de narrar y nadar. ¿Sigue estableciendo esa comparación?

Desde luego que sí. Nado menos que antes, pero aún lo hago. Empiezo a nadar y digo: «Ya está. Este es el ritmo». Y efectivamente ojalá narrara así, con el ritmo y la suavidad de la natación. Nadar me limpia, no es tanto como un hallazgo, pero sí es verdad que las cosas se me aclaran. Me viene como una luz nueva sobre las cosas, más apacible. Atmósferas. Y también podría venir de ahí el aliento poético, que es capital en mi obra. Si no lo tuviera no escribiría. Es lo que me empuja: la búsqueda de ese aliento poético.

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